Rutas arqueológicas en Ávila
Rutas arqueológicas en Ávila: castros vettones y verracos
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Las rutas arqueológicas en Ávila o el arqueoturismo celta puede practicarse en cortos recorridos visitando castros vettones, verracos, dolmenes…
Castro de las Cogotas: A 10 Km de Ávila está ubicado en un cerro granítico en el termino de Cardeñosa, un lugar estratégico rico en fuentes y manantiales, en las estribaciones de la Sierra de Ávila, bañada por el río Adaja y el arroyo Rominillas. Desde aquí podemos contemplar amplias vistas, desde la Catedral de Ávila hasta Arévalo.
Descubierto en 1876, tiene 455 m. de largo y 312 m. de ancho, con un doble recinto amurallado, piedras hincadas para impedir la llegada de caballería enemiga; y mas de 1400 tumbas en la necrópolis de la inmediata vaguada. Tuvo su esplendor en el siglo V a III a.C. Todas las casas son de planta rectangular, con zócalos de mampostería e hiladas de adobe. Se han hallado objetos en su mayoría de hierro aunque también de adorno de bronce y objetos de cerámica fabricados a mano o a torno con decoración calada y a peine. El grueso de los testimonios visibles corresponden a la segunda Edad del Hierro.
A finales del siglo XIX el yacimiento empieza a ser conocido y despierta el interés de los eruditos de la zona. La mayor parte del yacimiento fue excavado entre 1927 y 1931 por Juan Cabré, quien valoró el hallazgo de una escultura completa de jabalí y dos toros en fragmentos.
El jabalí tiene un excelente estado de conservación y su cronología puede establecerse en los siglos IV-III a.C. Cabré demostró la firme correspondencia de una parte de la estatuaria en piedra con los recintos fortificados de la Segunda Edad del Hierro y la riqueza ganadera de estas poblaciones. Éstas últimas presentaban un aspecto no muy diferente al de las estelas de la necrópolis y, recordando que algunos de los verracos conocidos en Ávila ostentaban inscripciones latinas de carácter funerario, excavó los espacios intermedios de las piedras, concluyendo que las esculturas no tenían contexto funerario. Ante este hecho, y dada la lejanía del cementerio del castro del lugar del hallazgo, planteó la hipótesis de que ésta y otras esculturas fueron concebidas por los vettones como símbolos relacionados con la protección del ganado.
La escultura de jabalí se conserva hoy en la plaza de Calvo Sotelo en Ávila (Plaza del Alcázar) a donde llegó por orden de Alfonso XII en 1877. junto al Mercado Grande, y uno de los toros puede verse en el almacén visitable de la Iglesia de Santo Tomé el Viejo, junto al Museo.
Castro de El Berrueco: El yacimiento arqueológico de Las Paredejas se encuentra dentro del complejo arqueológico conocido como Cerro del Berrueco, entre las provincias de Salamanca y Ávila, ubicado en las inmediaciones de las sierras de Gredos y Béjar, dominando una amplia zona del valle del Tormes, en los términos municipales de El Tejado y Puente de Congosto y Medinilla (Ávila).
La riqueza y vistosidad de sus hallazgos explica que haya sido uno de los asentamientos más emblemáticos de la prehistoria en la Meseta Norte. Ha constituido desde antiguo un lugar cargado de historias que hablan de hallazgos fantásticos y reales. Los vestigios arqueológicos abarcan una superficie de unos 5 km2 y engloban distintos yacimientos fechados entre la Edad del Bronce y época romana.
Seguramente, las comunidades que habitaron el cerro y sus alrededores, jugaron un papel clave en los contactos entre el sur de la Península Ibérica y las tierras del interior durante la Edad del Hierro. Según las fuentes antiguas, en esta zona habitaban los vettones, un pueblo de cultura céltica del que las crónicas hablan que estaba aliado a sus vecinos lusitanos en las luchas contra los romanos. No se sabe nada de su lengua puesto que no practicaban la escritura. Vivían en lugares de fácil defensa, con varios recintos fortificados, su sociedad estaba fuertemente jerarquizada e incineraban a sus muertos guardando las cenizas en vasijas que enterraban en el suelo.
La visita al castro de Las Paredejas y a todo el Cerro del Berrueco implica una interesante excursión a pie por un impresionante paisaje granítico poblado de encinas. El complejo arqueológico del Cerro del Berrueco se compone de dos cerros unidos por la base: El Berrueco y el Berroquillo. Fue declarado Monumento Histórico Artístico en 1931, siendo en la actualidad Bien de Interés Cultural.
Castro de La Mesa de Miranda y La Osera: en Chamartín, a 22 kilómetros al oeste de Ávila, ubicado estratégicamente en la confluencia de los ríos Matapeces y Rihondo, en un extenso cerro amesetado y escarpado, a 1.145 m. de altitud, es el castro que mejor conserva sus murallas, con 2800 m. de perímetro. A unos 2 km al norte del pueblo se encuentra el castro. El acceso puede hacerse a pie, una excursión por un terreno sin complicaciones de un paisaje de encinas centenarias y cercas de piedra. Es el más atractivo para visitantes sin prisa, con ganas de disfrutar de la naturaleza. Está declarado Bien de Interés Cultural.
Del poblado destacan los tres recintos amurallados, con reforzadas defensas de torreones y campo de piedras hincadas. La necrópolis, conocida por La Osera, es famosa por su extensión -2.230 sepulturas- y sus ajuares metálicos, con más de 5000 piezas recuperadas. Como complemento a la visita del castro existe un aula arqueológica en el pueblo de Chamartín que contribuye a la explicación del castro y al contexto histórico del que formó parte. En este centro de interpretación nos muestran la vida y la historia de los vettones en dos estadios: el de la vida material y el del mundo de las creencias.
Además, de este castro prerromano (siglos IV-II a.C.) proceden cinco ejemplares que representan toros y cerdos. Este dato, junto al hallazgo de esculturas análogas en Las Cogotas, sirvió de base al Juan Cabré para plantear un significado mágico o religioso, relacionado con la protección y fertilidad de la ganadería, la principal fuente de riqueza de estas comunidades de la Edad del Hierro. El toro más espectacular se conserva actualmente en la plaza de Chamartín. Otra de las esculturas se ha llevado al aula arqueológica del yacimiento, recientemente inaugurada en la localidad.
Castro de los Castillejos: El castro de los Castillejos se encuentra ubicado en el corazón de la sierra de Ávila, en el término municipal de Sanchorreja. Es una zona excelente para el senderismo de dificultad baja, pudiéndose disfrutar de un entorno saludable y unos paisajes de gran belleza. Es el territorio habitual de la raza avileña de ganado vacuno, de reconocida fama dentro del mundo de la gastronomía.
El poblado de Los Castillejos se encuentra situado a 1.553 metros sobre el nivel del mar, en un cerro amesetado, prácticamente aislado, a modo de monte isla, unido al resto de la sierra por un collado alto que constituye la divisoria de aguas de los dos barrancos que aíslan el cerro. Utiliza eficazmente como defensa la escarpada orografía y solo precisa muralla en los tramos débiles de los dos recintos incrustados entre los berrocales. El poblado se desarrolla desde la Edad del Bronce hasta la Romanización.
Castro de el Raso: Se encuentra en Candeleda, al su de Gredos, al pie del Pico del Moro Almanzor y es uno de los más importantes yacimientos célticos de toda la Península Ibérica.
Las excavaciones llevadas a cabo en el yacimiento desde 1970, nos han permitido conocer la existencia de un enorme poblado prerromano, indicios de otro poblado anterior, una extensa necrópolis y un pequeño santuario. Hay reconstruidas dos casas para entender como vivían sus habitantes entre los siglos V al I a.C. Las gentes que vivieron en este poblado amurallado eran, como lo siguen siendo hoy los vecinos de El Raso, agricultores y ganaderos, de cabras y ovejas, de vacas y cerdos. La sierra les ofrecía para ello pastos abundantes a lo largo de todo el año, sin necesidad de trashumancia. Con simples traslados estacionales, que se han estado practicando hasta nuestros días. De sus ganados obtendrían no sólo carne, sino también leche, quesos, pieles, lana, cueros y grasas. Se ayudan en sus trabajos y desplazamientos, y en sus campañas guerreras, con caballos, en cuyo manejo eran muy diestros.
Castro de Ulaca: A 35 Km en el termino de Solosancho, el castro celta de Ulaca es uno de los más grandes de la Céltica europea. Se emplaza sobre un cerro amesetado de la Sierra de la Paramera a cerca de 1.500 m de altitud, en el Valle Amblés. Hacia el Sur se abre un profundo barranco con la impresionante mole de la Sierra de Gredos al fondo.
El oppidum estuvo rodeado de una potente muralla que encierra una superficie ovalada de más de 60 ha. En el interior aunque faltan excavaciones arqueológicas se ven las cimentaciones de piedra de casas cuadradas y rectangulares, más de 250, aparentemente en buen estado de conservación. Además destacan como elementos singulares de misteriosa interpretación secular: un santuario y altar rupestres de sacrificio, una sauna iniciática o de ritual iniciático, ambos tallados en grandes peñascos que afloran entre los rastros de las casas y la muralla.
La conservación de las ruinas por no haber existido reocupaciones posteriores es muy buena y la distribución actual de estructuras refleja más o menos la real en la Edad del Hierro. Esta ruta arqueológica en Áse realiza en aproximadamente 2 horas: una para subir a la cumbre y otra para visitar el yacimiento: la ascensión tiene pendientes fuertes y una subida tranquila supone unos 30 ó 40 minutos. Es muy aconsejable calzado deportivo. El itinerario está marcado con pequeños mojones de granito pintados de amarillo y traza la ruta más cómoda y aconsejable. El yacimiento ha sido acondicionado para la visita pública con carteles informativos en los puntos más interesantes del itinerario.
Se conocen dos ejemplares de toros. El más espectacular yacía junto a un manantial en el lugar conocido como «Fuente del Oso», al pie del castro de Ulaca. Se conserva en la plaza de la Iglesia de Solosancho. Se trata de un ejemplar de grandes dimensiones (2,08 m de longitud), seguramente esculpido en el siglo III a.C. Le falta el hocico y las extremidades se advierten rotas por encima de las rodillas. En la nalga derecha se diseña un grabado en zig-zag. De los alrededores de Ulaca procede otro ejemplar, aunque se desconoce su procedencia exacta. La escultura (1,62 m de longitud) carece de cabeza y las extremidades están rotas por debajo de las rodillas. Se conserva frente al castillo de Villaviciosa.
Toros y Verracos de Ávila: A la hora de realizar una de estas rutas arqueológicas por Ávila y visitar castros vettones, debemos tener en cuenta que Ávila conserva cerca de medio centenar de esculturas. Muchas están reutilizadas y alteradas, formando parte de los lienzos de la muralla medieval que rodea la ciudad. Otras están expuestas en el Museo de Ávila, en el almacén visitable de la Iglesia de Santo Tomé el Viejo anexo al anterior, así como en calles, monumentos y edificios emblemáticos de la ciudad.
Tornadizos: En la dehesa conocida como la «Alameda Alta», en el término municipal de Tornadizos de Ávila, existen más de veinte ejemplares de esculturas de toros alineados en series. Comoquiera que los toros de piedra -igual que los célebres Toros de Guisando- aparecían en pleno campo, lejos de poblados, en fértiles prados, donde pacerían constantemente numerosas cabezas de ganado de cerda y vacuno, y recordando que otras muchas esculturas de la provincia no tenían carácter funerario, Juan Cabré lanzó la hipótesis de que se trataba de símbolos relacionados con la protección del ganado, favorecedores de una magia de pastos y, tal vez, de reproducción.
La dehesa se localiza a unos 9 km al sureste de Ávila, bien delimitada por pequeños tesos y suaves ondulaciones, a unos 1.250 m de altitud. Su ubicación ofrece un estricto control visual del territorio circundante, abierto al noroeste, por donde se comunica fácilmente con la vega del río Adaja y la capital abulense. La importancia del lugar elegido también es manifiesta a la vista de los ricos pastizales situados a media altura, únicos aprovechables en gran parte del año. Las esculturas configuran un espacio topográfico humano. La visibilidad es excepcional para quien accediera a la zona desde la llanura del Adaja y para quienes se movieran con los ganados por las cuerdas de las alturas que cierran la hondonada de Alameda Alta.
La propuesta de los verracos de Tornadizos como delimitadores de propiedad, se corresponde bastante bien con el patrón de poblamiento jerarquizado que ofrece el extremo oriental del valle Amblés. En este sentido, creemos muy importante referirnos a su probable relación con los orígenes de la ciudad de Ávila, perfectamente visible desde la hoya. Estaríamos ante un ejemplo característico de progresiva concentración de la población y sus ganados en torno a un «lugar central» a finales de la Edad del Hierro (siglo I a.C.), inmediato a la vega agrícola del Adaja y a media distancia de las dehesas más ricas de la comarca.
Se conocen exactamente veintidós de estas esculturas, conservándose allí ocho y el resto en la capital. Se ha querido relacionar la zona donde aparecen estos ejemplares con los santuarios europeos de tipo céltico, llamados Viereckschanzen, pero no hay nada seguro en este sentido. Aproximadamente la mitad de los ejemplares del grupo se caracterizan por sus dimensiones pequeñas y sus perfiles rectos y geométricos. En algunos casos ostentan inscripciones latinas habiendo sido interpretados de cronología romana y como parte integrante de monumentos sepulcrales.
Toros de Guisando: Constituyen sin lugar a dudas el conjunto de esculturas zoomorfas más famosas de la Península Ibérica. Son citados por Cervantes en Don Quijote de la Mancha y Lope de Vega también se refiere a estas célebres piezas en El mejor maestro, el tiempo. Con su metro y medio de alzada y casi 2,80 metros de longitud, los toros ofrecen un imponente aspecto. Reciben el nombre del cerro que se levanta en sus proximidades, en cuyas faldas se emplaza el antiguo Monasterio de la Orden de los Jerónimos, en el término municipal de El Tiemblo, y muy cerca del pueblo madrileño de San Martín de Valdeiglesias. Se hallan expuestos a cielo abierto, probablemente en el mismo sitio donde fueron esculpidos, en el límite entre las provincias de Ávila y Madrid. El recinto que los alberga, de cara a la sierra de Gredos, se conoce como Venta Juradera, ya que en este mismo sitio el rey Enrique IV se reunió con su hermana Isabel la Católica el 19 de septiembre de 1468 y la juró por princesa y legítima heredera del Reino de Castilla.
Las cuatro esculturas aparecen alineadas con sus cabezas hacia el oeste. Están completas y muy bien conservadas, apoyadas sobre basas originales que en la actualidad no es posible ver, dado que las estatuas se hallan enterradas a la altura de las pezuñas. El trabajo del granito permite distinguir algunos detalles de la anatomía del animal. En la cabeza son claramente visibles las mandíbulas, orejas y los agujeros para la cornamenta, que sería postiza. Se advierten asimismo las tablas o arrugas del cuello, los antebrazos, rodillas, genitales, dorso y rabo. Las extremidades se encuentran en resalte respecto al bloque en el que fue esculpido cada par. En el costado de alguna de las esculturas se aprecian varios grabados horizontales y en zig-zag, y en tres de ellas se advierten restos de inscripciones latinas, aunque sólo una, y parcialmente, se reconoce en la actualidad en el flanco derecho del toro situado en el extremo norte. Se fecha en el siglo I d.C. y nos informa de la inscripción que fue mandada hacer por un tal Longino en memoria de su padre Prisco, de los Calaeticos: LONGINUS PRISCO CALAETIQ(um) PATRI F(aciendum) C(uravit). Según la tradición Antonio de Nebrija, cronista de Isabel la Católica, hizo los calcos en cera de las inscripciones latinas de los toros.
Los Toros de Guisando, seguramente, fueron imágenes indicadoras y protectoras mágicas de los prados vettones situados en sus contornos. Su cronología puede establecerse en los siglos IV y III a.C. aunque tres de ellas, con inscripciones latinas, parecen haber sido reutilizadas en época romana como tumbas. La excavación que realizaron, en 1946, Sopranis Salto y Martín Rocha, de dos zanjas perpendiculares a su alrededor resultó estéril, descartándose la hipótesis de un enterramiento conservado en el mismo lugar.
Los toros se encontraban en un amplio prado que ha sido recientemente enlosado, cercado y preparado para la visita. Para llegar a los Toros de Guisando desde Ávila se toma la carretera en dirección a Toledo (N-403) y después la C-502. A 1 km aproximadamente, y al este de la carretera, están situadas las esculturas. Otra opción es desde Madrid, tomando la autovía N-V de Extremadura y posteriormente la C-501.
Villanueva del Campillo: En el paraje conocido como «Tejera Vieja» (finca La Corneja) se conocen dos esculturas que permanecían medio enterradas en la divisoria de dos propiedades y en un prado que se llama, significativamente, «Campo del Toro». Está previsto trasladar el conjunto, una vez restaurado, a la plaza del pueblo.
Una de las figuras es de tamaño medio, pero la otra ostenta unas dimensiones excepcionales (250 cm de largo y 243 cm de alto) y es la escultura más grande conocida del área vettona y tal vez una de las mayores de la estatuaria prerromana de Europa occidental. El conjunto escultórico se sitúa en el extremo septentrional de una gran hoya muy rica en pastos y con abundantes manantiales, a unos 3.500 m a la izquierda de la entrada al valle Amblés por el puerto de Villatoro. Su cronología puede establecerse en los siglos IV-III a.C. y su función parece estar relacionada con la protección de ganado y como marcadores territoriales de zonas de pasto.
Las esculturas ocupan el lugar más visible de la hoya según se accede desde el puerto, a una altitud en torno a los 1400 m. Ofrecen unas excelentes condiciones de visibilidad, resulta difícil imaginar una posición de visibilidad más central y clara. Las esculturas están claramente alineadas en dirección Este-Oeste con la cabeza mirando hacia el Oeste, de manera que ofrezcan el máximo volumen y la mayor visibilidad al acceder desde el Sur, vía natural de entrada a la hoya desde el puerto. Se encuentran justo debajo de la máxima elevación del horizonte («Cabeza de Toro»), según se accede a la hoya.
Esa altura podría haber actuado como referente en el paisaje para resaltar la visualización del conjunto escultórico. El gran tamaño de la escultura -el bloque de granito original superaría las 15 toneladas- absolutamente única en el conjunto de la estatuaria vettona, es un símbolo del poder de quien lo erigió y garantiza la identificación de un grupo humano con el territorio que ocupa. La hoya que dominan las esculturas reúne los pastos más ricos de la zona.
Muchas de las esculturas han sido dañadas tanto por el hombre como por el tiempo y la protección de las mismas se hace cada vez más necesarias a fin de salvaguardar este rico patrimonio. La puesta en valor del patrimonio histórico y arqueológico de los castros vettones y las esculturas de verracos no sólo afecta al conocimiento de nuestra historia y de nuestras ciudades, sino también al paisaje en el que se integran. En los últimos años se ha configurado un nuevo concepto de Patrimonio Arqueológico que, entre otras cosas, ha introducido en el discurso conceptos nuevos como el de paisajes arqueológicos, entendiendo por tales aquellas geografías con una significativa concentración de sitios y monumentos. Los castros vettones y verracos abulenses encajan bien con esta descripción.
Puede descargarse aquí un mapa de Ávila.
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