Se acerca ya la época de los Carnavales, festejados en numerosos lugares del planeta, con unos orígenes antiquísimos, y que en nuestro pueblo suponen un signo de identidad, debido a la singular simbiosis que se produce entre los cebrereños y esta fiesta, cuya preparación y celebración ocupan buena parte de la vida de aquellos. Veamos algunos datos sobre los Carnavales de Cebreros y de otros sitios. Para ver el programa del Carnaval de 2008 pinche aquí.
En Cebreros siempre ha existido una gran tradición en la celebración de estas fiestas, siendo los más alegres, conocidos y multitudinarios de la provincia.
Según se cuenta, el mismo Rey Alfonso XIII, procedente de El Escorial, vino por Robledo de Chavela para ver estos Carnavales de incógnito, se mezcló con el resto de la gente hasta que fue descubierto, siendo aclamado por los presentes.
Haciendo un pequeño recorrido histórico, parece que su origen procede de las Saturnales romanas. En estas fiestas se dejaba de lado el orden social imperante y los esclavos participaban del banquete junto a sus amos, a quienes insultaban y criticaban; el día de la fiesta del sis, en marzo, hacían procesión de carrozas navales («currus navalís»). Estas costumbres paganas derivaron hacia la introducción de la Cuaresma, en los primeros siglos de la era Cristiana.
El término «canaval» encuentra sus raíces etimológicas en la combinación de las palabras latinas caro (carne) y levara (quitar, despojar), que en latín vulgar se transformarían en «carne vale».
Se sabe que los árabes se mostraban entusiastas del carnaval y que al terminar la Reconquista estas fiestas estaban muy extendidas entre los sarracenos.
En la Edad Media se les denominó «carnes tolliendas» o «carnestolendas». Durante la Edad Media y el Renacimiento, el carnaval conserva elementos de las saturnales romanas; entonces suponían una válvula de escape necesaria para mantener la estabilidad de una comunidad medieval en la que las formas de religiosidad más extrema convivía con los elementos seculares de la cultura popular («Hoy comamos, bebamos, cantemos y holguemos que mañana ayunaremos»).
Hacia el final de la Edad Media, se buscó limitar sus aspectos licenciosos o violentos y a potenciar sus posibilidades artísticas.
Como consecuencia del romanticismo, los carnavales fueron embelleciéndose con carruajes, desfiles y mejora del vestuario de los participantes. Estos cambios redujeron los componentes de violencia de épocas anteriores. Los enfrentamientos físicos fueron reemplazados por juegos florales, serpentinas de papel y otras modalidades que serían típicas en los carnavales callejeros del s. XIX.
A lo largo de la historia, estas fiestas han tenido varias prohibiciones pero siempre han resurgido con fuerza. El Diario de Ávila, desde el 1 al 12 de febrero de 1918, lanzó auténticas diatribas contra la celebración de estas fiestas; incluso llegó a sugerir la creación de un «Impuesto de Carnaval» a todo el que saliera disfrazado a la calle. A pesar de estas prohibiciones la vitalidad social de los carnavales se mantuvo en Cebreros. A primeros de siglo lo festejaban con menos medios, pero a nadie le faltaban unos trapos que ponerse, aunque siempre con la cara tapada. Entonces se celebraban bailes de máscaras y la gente bromeaba continuamente con el «no me conoces». Por la mañana había baile en Pirulina, con muchos empujones y avalanchas de gente; debido a esto pocas mujeres se atrevían a ir. A lo largo del día rivalizaban dos bandas de música, la del Tío Balta y la de D. Eugenio, el sacristán, quienes también se trasladaban a otros pueblos. Ya entonces la gente se agrupaba por cuadrillas tomando los típicos mantecados y los vasitos de vino, gozando de merecida fama las del Pasillo Angolotti y las del Altozano.
Con el comienzo de la guerra civil se produjo una laguna en estas celebraciones. Tras el final de la guerra, nuevamente los carnavales quedaron prohibidos por alteración del orden público, aunque en Cebreros no dejaron de celebrarse. No obstante en 1960, desde la plaza del Altozano, se inició un «conato de revolución popular» debido al envío de un delegado gubernativo que quiso imponer su prohibición; entonces los vecinos se vistieron de luto y salieron a las calles, autorizándolos nuevamente. Pero desde el año 1961 tuvieron que llamarlos Festivales de Invierno, asistiendo el gobernador de Ávila, Vaca de Osma, para dar el visto bueno a los mismos. Desde entonces se han mantenido con bailes, concursos y desfiles de disfraces y carrozas (la carroza de «la Picota» ganó ese primer premio) y pruebas populares infantiles.
Se celebran 40 días antes de Semana Santa, desde el sábado al martes anterior al Miércoles de Ceniza.
El pueblo recibe a muchos visitantes que, con cualquier «apaño» o «visaje», se integran con alegría en el bullicio de esta fiesta.
Los componentes de las carrozas están gran parte del año componiendo y preparando los desfiles de las mismas para el domingo de Carnaval.
El inicio de éstos se produce el sábado por la tarde, con pasacalles y charanga, seguidos de la lectura del pregón a cargo de algún célebre personaje invitado al efecto (entre otros, en 1988 hemos tenido al entonces presidente de nuestra comunidad D. José María Aznar, en 1989 a D. Carlos Sánchez Reyes presidente de las Cortes de Castilla y León, en 1991 a nuestro paisano y artista Francisco Montosa «Monty», en 1993 a Isabel Pritz ,presentadora de Telemadrid, en 1995 al mago «More» Premio nacional de Magia Cómica 1993); a continuación darán comienzo las tradicionales tracas, seguidas de bailes amenizados por orquestas.
La mañana del domingo, una banda de música recorre varias calles del pueblo tocando dianas y pasacalles; seguidamente, desde el Cuartel de la Guardia Civil, comienza el desfile de comparsas, carrozas engalanadas, disfraces y máscaras de originales diseños. Estos varían cada año y suelen coincidir con temas de actualidad, abundando los disfraces confeccionados con gran vistosidad, mezclados con grotescas máscaras y otras indumentarias más o menos estrafalarias.
Grupos de paisanos componen «Las Copleras». Ricamente ataviados, van cantando coplas por las calles; unas son típicas de Cebreros, otras son picaras y otras referidas a sucesos más o menos recientes.
Por la tarde la gente se va acercando a la plaza donde comienza a sonar la típica Jota cebrereña del «Corro o Rondón», jota de los Carnavales que se baila alrededor de la plaza de España y calles adyacentes, los hombres por el interior y las mujeres por el exterior, siempre por parejas. En este baile se lucen, además de distintos trajes de carnaval, los típicos trajes regionales de la zona ?algunos de ellos son auténticas obras de arte rescatados del arcón de la abuela, antaño parte importante de las hijuelas matrimoniales.
A todos los visitantes se les obsequia con vino de la tierra, servido desde la pirámide de toneles colocados en la Plaza.
En las casas y tahonas se fríen los «huesillos, sequillos, bollos, mantecados, madalenas, flores, retorcidos, roscos, rosquetes o rosquillas», dulces típicos con los que se obsequia a los amigos y visitantes durante las fiestas.
El lunes y martes se suelen dedicar a la gente del pueblo y los niños, con atracciones para éstos y concursos de carreras de sacos, de cintas, piñatas y otras pruebas populares, además del irrenunciable baile del Corro por las tardes.
En un intento de prolongar los carnavales, desde 1980 se celebra el miércoles el Entierro de la Sardina, desfilando los enterradores, cofrades, plañideras y la correspondiente lectura de jaculatorias; el cortejo fúnebre termina en la plaza de España con una degustación de varios kilos de sardinas acompañadas de limonada.
Por último se celebra el Domingo de Piñata, introducido a primeros de siglo por el entonces alcalde D. Ramón Hernández Vidal, se abandonó por culpa de la guerra y se rescató en los años 70. En este último día de carnaval vuelven a desfilar las carrozas, comparsas y a bailar el Corro, dándose fin a estas tradicionales fiestas y entrando en el período de recogimiento de la cuaresma.
Hasta ya entrados los años 60, en la plaza, frente al entonces Banco de Santander y sobre cuatro vigas de madera clavadas en el antaño suelo de tierra, se montaba un tablado sobre el que se situaba la banda de música, dirigida por D. Eugenio, el sacristán.
También eran típicos los «bobos», gente con caretas simples y trajes toscos, que iban corriendo haciendo sonar unos cencerros atados a la cintura; todavía se puede ver alguno durante estas fiestas.
Hasta la década de los 60 también eran típicos el concurso de corta de troncos (cortar en sentido transversal 2 troncos de unos 40 cms. de diámetro, sumando los tiempos de los integrantes del equipo) y, menos frecuentemente, las carreras ciclistas.
En 1988 un grupo de gaditanos vinieron de visita para informarse de nuestros carnavales; poco después una representación cebrereña acudiría a participar en el Congreso de Carnavales de Cádiz.
También conviene recordar, en los años 1989 y 1990, al grupo de Cebrereños que participaron en los desfiles de carrozas de carnaval en Madrid, con las carrozas «Tranvía de los años 20» y «Bodega de Cebreros», respectivamente, quienes obtuvieron algunos premios, siendo muy aplaudidos por el público.
* Texto recogido de «Cebreros, algo más que buen vino», de Don José Manuel Espinosa Pérez.